Las mujeres encarceladas enfrentan condiciones inhumanas y maltrato

por Candice Yanez

Estados Unidos tiene la población carcelaria más grande del mundo, incluyendo el mayor número de mujeres encarceladas. Solo el 5 por ciento de la población femenina vive en el país, sin embargo, es el hogar de casi el 30 por ciento de las mujeres encarceladas a nivel mundial.

Illustration by Jiyoon Shin and Christen Alqueza

Las condiciones con las que se enfrentan las mujeres son inhumanas y bárbaras, revelando el carácter sexista, racista y explotador innato del propio sistema capitalista.

En medio de una pandemia mundial, los casos del virus COVID-19 se dispararon, y continúan haciéndolo a partir de esta publicación, en las cárceles de los Estados Unidos. La sobrepoblación de las instalaciones, falta de acceso a jabón, negligencia médica y falta de información aceleraron la propagación del virus por todo el sistema penitenciario. Los gobiernos estatales y locales se movieron lentamente para liberar a los prisioneros o no hicieron nada en absoluto. Las prisioneras están aún más expuestas a problemas de salud física y mental que las hacen aún más vulnerables bajo condiciones extremas. El brote de COVID-19 expandió la profunda negligencia y las condiciones inhumanas que ya caracterizaban al sistema penitenciario de los EE. UU. y ha tenido consecuencias particularmente desastrosas para las mujeres presas en particular.

Desde 1985, las mujeres constituyen el segmento de la población encarcelada con más rápido crecimiento con casi el doble ritmo que el de los hombres. La mayoría de los cargos que conducen al encarcelamiento de mujeres están relacionados con la pobreza, como el robo, delitos contra la propiedad y drogadicción. El sesenta por ciento de las mujeres recluidas en cárceles locales no han sido condenadas por un delito y están a la espera de juicio. La mayoría de las mujeres encarceladas no pueden pagar una fianza en efectivo.

La naturaleza patriarcal de la sociedad en la que vivimos está profundamente ligada al encarcelamiento de mujeres, ya que las sobrevivientes de violencia doméstica y agresión sexual a menudo son criminalizadas en lugar de protegidas. Los estudios muestran que el 90 por ciento de las mujeres encarceladas son sobrevivientes de abuso sexual, violación y violencia doméstica. Ese maltrato misógino continúa dentro de los muros del encarcelamiento. Las mujeres que denuncian haber sido violadas son inmediatamente puestas en régimen de aislamiento, una práctica que traumatiza aún más a la sobreviviente y desalienta a las mujeres a denunciar el abuso.

El complejo industrial penitenciario se dirige sistemáticamente a los más marginados y oprimidos. Las mujeres de color están encarceladas de manera desproporcionada. Las mujeres negras representan el 13 por ciento de la población de Estados Unidos, pero el 30 por ciento están encarceladas. Asimismo, las mujeres latinas representan el 11 por ciento de la población femenina y el 16 por ciento están tras las rejas. Las mujeres de color y las mujeres trans tienen más probabilidades de ser encarceladas y enfrentar violencia extrema y abuso mientras están en prisión. Algunas de las mujeres más vulnerables, incluyendo niñas, mujeres embarazadas, mujeres en centros de detención de inmigrantes y las mujeres transgénero, tienen más probabilidades de ser recluidas en régimen de aislamiento.

Las mujeres encarceladas enfrentan negligencia, abuso y necesidades de salud e higiene que se les niegan de manera rutinaria. Los productos higiénicos a menudo se venden a precios más altos que del precio del mercado haciéndolos más difícil de conseguir, lo que obliga a las mujeres a recurrir al uso de cosas como papel higiénico y trapos como tampones, lo cual las expone a graves riesgos para la salud. La mayoría de las cárceles tienen un límite en la cantidad de toallas sanitarias gratuitas que se distribuyen cada mes. Otros productos de higiene como los tampones a menudo se venden a precios mucho más caros que el precio del mercado en las prisiones estatales.

Las luchas de salud mental exacerbadas, como el mayor riesgo de suicidio y autolesiones, provocadas por un trato inhumano, ocurren con frecuencia. Muchas mujeres encarceladas tienen necesidades de salud mental y problemas de salud no tratados. El encarcelamiento masivo de mujeres y sus altas tasas están vinculadas a la crisis de opioides creada por grandes corporaciones multimillonarias farmacéuticas. Los cargos relacionados con el abuso de sustancias representan el 40 por ciento de las condenas penales que conducen al encarcelamiento de mujeres. En lugar de encarcelamiento, las mujeres que luchan contra la adicción deberían recibir tratamiento por abuso de sustancias.

Las mujeres trans están expuestas a algunos de los maltratos y abusos más espantosos. Casi el 21 por ciento de las mujeres transgénero han sido encarceladas, una tasa más alta que la población en general debido a la pobreza, la falta de vivienda, la discriminación y la violencia que enfrentan las mujeres trans a diario. Las mujeres trans no solo son encarceladas en exceso, pero se les coloca cruelmente en cárceles de hombres. En prisión, las mujeres transgénero tienen 13 veces más probabilidades de ser agredidas sexualmente en prisión que otras.

Cada año, hay 2,3 millones de mujeres encarceladas en los Estados Unidos. El 80 por ciento de las mujeres encarceladas son madres, incluyendo aproximadamente 150.000 mujeres embarazadas. Los abortos espontáneos inducidos por negligencia médica son comunes.

La Oficina de Estadísticas de Justicia, en una encuesta de 2004, encontró que solo el 54 por ciento de las mujeres embarazadas en prisión reportaron haber recibido algún tipo de atención prenatal mientras estaban encarceladas. Ponerles grilletes a mujeres encarceladas durante el parto es ilegal, pero todavía se practica en muchos estados. La práctica es extremadamente traumatizante y peligrosa psicológicamente para las mujeres.

El encarcelamiento crea una enorme cantidad de trauma, no solo para las mujeres encarceladas sino también para sus familias y comunidades. Muchas mujeres son las principales cuidadoras de sus hijos antes de su arresto y encarcelamiento. Los hijos de mujeres encarceladas suelen tener menos de 10 años. En la cárcel, la mayoría de los bebés son separados de sus madres después de nacer y colocados con la familia de la madre o en custodia estatal.

Necesitamos un nuevo sistema

La pandemia expuso la impactante brutalidad de las condiciones dentro del sistema penitenciario. Los movimientos de masas en las calles nos han demostrado que las reformas son absolutamente posibles. No solo es necesario cambiar de inmediato el funcionamiento de las cárceles, sino también deconstruir el marco y las condiciones fundamentales que permiten el encarcelamiento de grandes cantidades de personas pobres y trabajadoras. Desde fianzas excesivas hasta racismo sistémico dentro de las leyes, la policía y los tribunales, todo el sistema debe ser cuestionado.

El encarcelamiento masivo es una forma de control social sobre los desempleados y un medio para reprimir la resistencia a las injusticias económicas. El creciente número de mujeres en prisión es un reflejo del deterioro de las condiciones que enfrentan los trabajadores con el aumento de la pobreza y el desmantelamiento de la mayoría de los programas sociales.

Los llamados sistemas de justicia y penitenciarias convierten en chivo expiatorio a los pobres y oprimidos, mientras que los crímenes de las corporaciones y los ricos quedan impunes porque el sistema existe para servir a los intereses de la clase de propietarios. En lugar de encarcelar a los policías asesinos que aterrorizan a las comunidades negras, el sistema penitenciario toma medidas enérgicas contra las madres pobres y de clase trabajadora que luchan por sobrevivir.

El encarcelamiento masivo es una industria multimillonaria dirigida por corporaciones como CoreCivic, que explotan a los prisioneros para proporcionar a las corporaciones mano de obra barata que no puede sindicalizarse.

El encarcelamiento masivo es la despreciable “solución” del capitalismo al desempleo y la creciente desigualdad económica. La prisión es el medio por el cual el capitalismo impone su control social sobre el creciente número de desempleados.

En un sistema alternativo, humano y lógico, se cubrirían las necesidades básicas y la prisión nunca sería la solución a la pobreza y el desempleo. En un sistema socialista, la educación, la vivienda, la asistencia sanitaria y el desempleo son derechos humanos fundamentales. Según una encuesta reciente, el 55 por ciento de las mujeres que viven en los Estados Unidos, entre las edades de 18 y 54, preferirían vivir bajo el socialismo que el capitalismo. ¡Es evidente para muchas mujeres de la clase trabajadora que el sistema capitalista en sí es sexista, y la solución es luchar por el socialismo!